¿Te preocupan las mentiras de tus hijos? Si eres padre o madre y tu peque ya no es tan peque ¿cuántas veces no habrás dicho nuestro titular?

La mentira en los hijos, nos preocupa sobre manera. ¿Por qué?  ¿Qué es la mentira?  ¿Es mentir un hecho natural?  ¿Cuándo empiezan a mentir los niños?  Seguro que no son las únicas preguntas que afloran en relación a la mentira de los hijos pero para no convertir este post en un tratado “mentiroso” os propongo recordar un cuento con el que mi madre amenazaba en mi niñez:

 

 Pinocho y su larga nariz

Érase una vez un amable y simpático carpintero llamado Geppetto que ya cansado de no tener hijos decidió un buen día esculpir un muñeco en un trozo de pino.  Tan bonito quedó que decidió ponerle de nombre Pinocho deseando que se convirtiese en un niño de verdad.  El hada buena escuchó sus deseos y premió la bondad del carpintero insuflando con su varita mágica vida a Pinocho.  Cuando Geppetto despertó y vio cómo su muñeco caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, no daba crédito a sus ojos.  Feliz y satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela.  Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas.  A la escuela le acompañó su amigo Pepito Grillo, un consejero que le había dado el hada buena para que le llevara por el buen camino.

Pinocho era un niño inquieto con unas enormes ganas de vivir un motón de aventuras, así que en lugar de ir a la escuela, Pinocho se dedicó a vagabundear por las calles en busca de muchos amigos, no siempre recomendables.  Cada noche, al llegar a casa, Geppeto preguntaba a Pinocho ¿cómo ha ido hoy la escuela?  a lo que Pinocho respondía con una carcajada junto a un «fenomenal».  Al ver esa situación, el hada buena hizo un hechizo para que cada vez que le preguntaran y no dijera la verdad, su nariz creciera y creciera poniéndose bien colorada.  Así Geppeto descubrió las mentiras de Pinocho y entristeció, su deseo de tener un buen hijo se había desvanecido pero no por eso dejó de quererlo. Uno de los días que Geppeto salió en su busca, llegó hasta el mar y una enorme ballena, se lo tragó.

Pinocho, avisado por el hada buena, acabó reconociendo su error y muy arrepentido decidió buscar a Geppeto  con la ayuda de Pepito Grillo.  Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió su enorme boca y también se lo tragó.  Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se fundieron en un gran abrazo y empezaron a pensar cómo salir de ahí.  Pepito Grillo desde la playa les dio una gran idea, debían hacer una hoguera así el humo haría estornudar a la ballena.  Y, dicho y hecho.  En pocos minutos, gracias a Pepito Grillo,  la balsa con Pinocho y Geppetto salió volando.  Todos se encontraban salvados.

A partir de ese día, Pinocho fue a la escuela y ya no volvió a mentir. Como recompensa a su bondad, el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso para siempre jamás y fueron todos felices por muchos y muchos años.

 

(Adaptación para este post de la versión castellana de Rafael Calleja, 1883)

 

¿Qué recordáis de la primera vez que conocisteis la historia de Pinocho? Mis recuerdos de niña guardan un cierto sentimiento de temor. No temía que al mentir me creciera la nariz delatando mi mentira sino que ésta creciera y creciera sin parar y sin posibilidad de volver a su estado original. No soy de nariz larga por lo que tener una narizota con la que todo el mundo me tachara de “mentirosa” por siempre jamás, era una idea aterradora.  Y, ahí está el quid de la cuestión, autoestima y mentira son conceptos que van de la mano. ¿Os preguntáis qué quiero decir?

Puntos sobre las mentiras en los hijos:

– Para que aparezca la mentira, es necesario que primero se dé una capacidad lingüística adecuada en la que haya una comprensión y uso del significado de los adjetivos que describen cualidades: «soy guapa”, “soy inteligente”, “soy fuerte”, “soy… “, son significados que influyen en la consolidación de la propia identidad y de la construcción de la autoestima.  Cuando estos significados son reforzados por las personas de referencia de los peques, principalmente los padres, la autoestima se hace más fuerte y segura.  Si como niños nos sentimos guapos y nuestros padres nos confirman que así es, nadie podrá ponerlo en cuestión!  Cuando creemos que somos feos y nuestros padres nos dicen que eso no es cierto, pondremos en duda nuestra propia percepción.
– Cuando la percepción en la infancia avanza y se hace más compleja no sólo influye que los adultos refuercen o desmientan las propias calificaciones, entran en juego las acciones.  «Hacer bien los deberes», «ganar una competición», «vestirse adecuadamente», «obedecer»… adquieren un protagonismo que alimenta la propia autoestima.  La valoración de papá y mamá es el principal estímulo para ello.  Por ello, cuando un niño, una niña actúan de manera inadecuada a lo que espera papá o mamá, los peques mienten.

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Entonces, ¿qué hacer con las mentiras de los hijos?

  1. Hay que comprender el porqué de las mentiras de los hijos.  ¿Qué me está diciendo mi hijo, mi hija con esa mentira? ¿Qué temor oculta?
  2. Entender la naturaleza del contexto en el qué ha ocurrido. ¿Qué tiene esa situación que como padre/madre me gusta o disgusta? ¿Cómo hubiera reaccionado yo si mi hijo, mi hija hubiera optado por decirme la verdad?
  3. Dar una respuesta adecuada ayudando a los hijos a que resuelvan sus dificultades de una manera más exitosa.
Hay que ayudar a los peques a entender que mentir es una defensa, un modo inadecuado de enfrentarse a un problema.
La lección que obtiene Pinocho es un buen ejemplo, a mí me sirvió para confiar en la benevolencia de mis padres y saber que siempre, por muy terribles que fueran mis actos, ellos estarían ahí para comprenderlos, ayudarme dándome recursos para solucionar mis dificultades y lo más importante a que yo confiara en mis capacidades al igual que ellos lo hacían.