Los lloros infantiles nos conmueven, desesperan, no nos deja dormir.

Esta madrugada, en mi móvil el SOS de una mamá angustiada me ha despertado.  Lo he sentido como si fuera el llanto de un niño, el llanto descontrolado de su bebé.

¿Por qué los niños lloran? 

Las razones del llanto infantil son diversas
pero hay una que las engloba a todas: la necesidad natural a llamar nuestra atención y compartir su dolor con nosotros.  Lloramos cuando algo o alguien nos causan dolor, así de sencillo. Los lloros infantiles no son más que esa comunicación de dolor.

Hay quién llora más y hay quién lo hace menos.  A los primeros se nos llama llorones y digo “nos” porque me incluyo en esa categoría.  A los otros pues habría que pensarlo.  Me gusta ser llorona porque ello me ayuda a entender más a los bebés y a sus lágrimas.  Me paro aquí y os invito a que reflexionéis conmigo sólo unos instantes. ¿Qué son para ti los lloros? ¿Cómo te sientes cuando algo te lastima y notas que unas lagrimillas se asoman a tus ojos?

Las lágrimas siempre han tenido mala prensa cuando los psicólogos sabemos que llorar sana.  Como he dicho anteriormente lloramos por dos motivos y los lloros infantiles tienen esas causas globales aunque se puedan desgranar en más:

1) Lloramos por liberarnos de una sensación interna que sentimos como dolorosa.

2) Lloramos para que los demás nos ayuden a superar nuestro dolor.

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Si en los adultos ese dolor (psicológico) lo podemos asociar a la tristeza o a la rabia (ambas emociones nos conectan con el malestar). También podemos asociar los lloros con la alegría (en su expresión de máximo entusiasmo).
En los niños el llanto responde a una reacción que, como toda mamá sabe, puede venir motivada por múltiples causas (ensuciarse, tener hambre, cólicos, frío…).  Cualquiera de ellas tiene a ver con el malestar y de ahí los lloros infantiles.  Pero si hablamos de emociones, a las que hemos dicho de los adultos –tristeza, rabia, alegría– hay que sumarles dos más, el enfado y el miedo.  En esta entrada nos vamos a quedar con el MIEDO. Con los lloros infantiles que tienen por causa el miedo.

El miedo es la primera emoción que los niños sienten al nacer y la primera por la que lloran.  Cuando un bebé nace, sus primeras sensaciones, por desconocidas, son terroríficas.  Ya sé que es difícil pensar en uno mismo y en los primeros instantes de la propia vida pero… intentad poneros en la piel de vuestro bebé.

Vuestro bebé llega a un mundo desconocido pero además de desconocido, es un mundo que nada tiene a ver con lo que ha experimentado anteriormente.  Pensad ¿en qué se parece un medio acuoso, atenuado por el cuerpo materno, en el que no hay ruidos estridentes, en el que el clima es estable, en el que las sensaciones kinésicas son armoniosas y controladas…  con el escenario que encuentra el bebé al nacer?  ¿Os imagináis vosotros llegando a otro planeta después de pasar por un túnel tortuoso en que sabes por dónde entras pero no tienes ni idea a dónde te lleva?

Hay que decir algo para que todo esto se pueda asimilar.  Aunque el sistema nervioso sea muy embrionario y aún no exista ni la cognición, ni el pensamientos, vuestro bebé siente y su sistema neuronal está lo suficientemente desarrollado para realizar pre-cogniciones asociativas. Quedaros con un dato, empezamos aprendiendo por imitación y asociación.  Así pues, las respuestas a las preguntas anteriores nos pueden dar pistas de cuáles son las sensaciones de vuestro bebé en sus primeros meses de vida.  Desde ahí, es fácil entender su espanto, ¿no?

Volvamos a centrarnos en ese momento mágico del nacimiento y de lo que allí ocurre ¿cuál es el primer comportamiento que provocamos para que aprenda a respirar?  El LLANTO.

Entonces ¿por qué nos produce tanto desasosiego los lloros infantiles?

Veamos, los humanos no estamos programados para soportar el dolor.  Ese es uno de los principales aprendizajes que nos toca hacer en la vida.  El dolor nos activa a buscar soluciones, remedios puntuales o aprendizajes de vida.  Cuando un bebé llora, empatizamos con su vulnerabilidad y activamos nuestros mecanismos de contención pero ¿le podemos ayudar a aprender?

¡No hay que dejar llorar al bebé!  ¡Hay qué dejar que llore para que aprenda a desarrollar sus propias capacidades ante el malestar y el dolor! 
Muchos de los que leéis estas expresiones, os son demasiado conocidas.  No es mi intención entrar en polémicas de quién tiene o no tiene razón.  Mi postura, basada en años de experiencia, es que ambas son buenas porque cada niño, cada niña, cada padre, cada madre, cada familia, cada situación son únicos y como únicos requieren una actuación determinada.  Así es, cuando vuestro hijo, vuestra hija llore, hay que escuchar esas lágrimas, prestarles atención y descubrir cuánto hay en ellas de terror.

Al miedo se le combate poniendo significado.  Y, poniendo significado desde el convencimiento y el amor.

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