Julen ha estado en el fondo de un pozo de prospección durante trece días durante los cuales, se ha desplegado un operativo de rescate sin precedentes y un seguimiento mediático que ha conmocionado a millones de espectadores.

Un llanto de tristeza por tu muerte Julen. Por la muerte de un niño que nunca debía haber caído a ese pozo.

Un llanto de gratitud por el trabajo y la tenacidad de todo el operativo de rescate.

Un llanto de desahogo por toda la rabia contenida hacia esos medios de comunicación que hacen de la información un espectáculo mediático alimentando la rumorología, atentando contra la privacidad, fomentando opiniones y comentarios sin sentido.

Un llanto de compasión hacia una familia que pierde un hijo más.

 

El accidente, el rescate, la muerte de Julen han de servirnos para aprender de la experiencia pero sobre todo para saber cómo contarlo. Son muchas las familias que durante esos trece días también han sido protagonistas por sus esperanzas y desesperanzas al sentirse identificadas con la tragedia. Son padres y madres que han vivido minuto a minuto la transmisión en directo que nos llegaba por prensa, por televisión, por redes sociales ¿cómo contener las emociones y explicar a los propios hijos lo que está aconteciendo?

En verdad no es fácil.

Mantener el equilibrio mental ante la presión mediática requiere de una óptima gestión de las propias emociones. ¿Cómo no sentir rabia, miedo, buscar culpables que ayuden a explicar lo inexplicable cuando bombardean un sinfín de informaciones? Ha de ser posible hacerlo conservando la serenidad, soportando la incertidumbre y respetando para no prejuzgar.

Hay que hacerse preguntas pero no para especular con las respuestas, de eso ya se encargará a quién le corresponda.

Hay que hacerse preguntas para poder dar explicaciones de qué podría haber sido y no fue. Será la manera en la que podremos responder a todo lo que nos pregunten los niños porque a esas preguntas, sí hay que responder.

Al grupo de Facebook de El médico de mi hij@ nos llegaba la preocupación de una madre por el malestar de su peque de 5 años. Nos decía que había decidido no ver más las noticias en su presencia porque aunque no lo pareciera se enteraba de todo.

¡Cómo no enterarse!

La sensibilidad infantil es alta y más cuando lo que se percibe son las emociones de papá y mamá. Hay que compartir esas emociones con los hijos y comunicar lo que está sucediendo para rebajar ansiedad.

La mamá de Inés (vamos a llamarla así) nos explicaba que desde hacía unos días su hija tenía pesadillas y preguntaba a diario por el rescate del niño. Los niños no son ajenos a la muerte y menos cuando son otros niños los que mueren o están en peligro. Seguro que Inés agradece que mamá responda a todas sus preguntas y que la escuche atentamente cuando las haga.

Pero Inés no sólo tenía preguntas también hizo un dibujo precioso de unos pozos en los que había unos señores que bajaban y subían. Cuando los niños necesitan entender lo que sucede, lo dibujan y más si ven imágenes o escuchan informaciones que no acaban de comprender.

¿Qué debemos explicar a los niños? La verdad. Y la verdad es lo que sabemos de cierto. No lo que pensamos. No lo que nos imaginamos. No lo que creemos. Sí lo que está sucediendo. Sí que está siendo difícil. Sí que no sabemos cómo está Julen ni cuándo y cómo lo encontrarán.

Y, cuando ya sí sabemos cuándo y cómo lo han encontrado, hay que compartirlo con ellos. Julen ha formado parte de nuestras vidas aunque sólo fueran trece días pero trece intensos días que parecen toda una eternidad. Hay que explicarles que se ha hecho todo lo posible para llegar hasta donde estaba Julen y sacarlo de allí aunque a veces el final no sea como nos gustaría. Que no siempre las cosas acaban bien. Y que toca despedirnos de él, así se inicia un duelo que en una medida u otra, todos tendremos que hacer.

Debemos compartir y comunicar las malas noticias, de manera sencilla y objetiva, adaptándonos a su vocabulario y a sus formas de expresión. Y podemos proponerles hacer juntos un dibujo como el de Inés. Y, a Inés llenar el suyo de besos y corazones para despedirnos de Julen para siempre aunque siga en nuestros corazones y nunca le vayamos a olvidar.

Nuestros hijos merecen que les expliquemos todo lo ocurrido y especialmente aquello que les sirva para que algo así no vuelva a suceder jamás. Hemos de explicarles que los agujeros y los pozos pueden ser peligrosos. Que cuando se hace un pozo se debe tapar y si ven uno que no lo está no deben acercarse, han de avisar para que papá o mamá llamen a la policía. También hemos de transmitirles que los adultos estamos para proteger niños, a todos los niños. Tal como lo han hecho las personas que día y noche han trabajado para encontrar a Julen.

 

En cómo hablar a los niños sobre las tragedias, el mensaje debería ser tranquilizador validando todos los sentimientos que aparecen “es normal que te preocupes por estás cosas “, “estamos aquí para apoyarte”…

Asimismo, sería conveniente evitar exponer a los niños a detalles gráficos dado que no son necesarios y su impacto si ya puede tener consecuencias negativas en los mayores mucho más en los más pequeños.

Determinados sucesos como secuestros, asesinatos, tragedias como la de Julen plantean en los niños interrogantes tales como: ¿también puede sucederme a mí? Debemos ser honestos con los niños y de igual forma exponer que a veces corremos riesgos. De hacerlo, tendremos la oportunidad para explicarles cómo prevenir o actuar ante determinadas situaciones.

Detrás de cada persona, de cada familia hay una historia, un dolor, cicatrices que no conocemos ni podemos ver. Recordemos esto antes de juzgar y hagamos de ello un aprendizaje. Si somos respetuosos con los demás y ofrecemos un modelo de actitud, será más fácil que nuestros hijos nos imiten y también lo sean.

 

Nota: Este artículo se ha escrito junto a Ruth Alfonso Arias – Educadora Certificada de familias de Disciplina Positiva y Educación Infantil en Las Casitas Colmenarejo.  © Equipo del grupo de Facebook El médico de mi hij@