Desde que ha empezado el año y de nuevo la vuelta al cole, hay una escena matinal que no para de aparecer ante mis ojos: las manos de mamás tirando de sus carritos.  Así que hoy he decidido convertirme en uno de los tantos bebés que se cruzan en mi camino y ante los que me cuesta no intervenir.

Con este post, les rindo homenaje a todos los bebés del mundo que cada mañana de camino a la guarde miran y piensan en su mamá.  Le pondré palabras a su incipiente pensamiento y a través de mis ojos intentaré describir su espectacular percepción.

Hoy soy Tom y tengo 3 meses.  Aún no puedo decirle a mamá todo lo que a través de mis sentidos aprendo y alguna de las cosas que mi inmaduro cerebro ya sabe.  Eres mi mamá, te reconozco porque te conozco desde hace muchos más meses que la edad que dices que tengo cuando alguien te pregunta por mí.  Sé que me quieres más que cualquier cosa del mundo, me lo dices a todas horas pero aunque no me lo dijeras también lo sabría porque durante 9 meses no has hecho otra cosa que llevarme contigo.  Desde hace unos pocos, también me llevas pero desde que nací utilizas un carrito.  Mami, es comodísimo, ¡cuánto te quiero!  Estoy muy a gusto en él especialmente cuando vamos muy a poquito y me vas explicando cómo son las nubes y las copas de los árboles. Aunque ya sé que estamos en invierno y que vivimos en una gran ciudad,  las nubes ocupan casi todo el tiempo un cielo oscuro y triste al menos por las mañanas cuando vamos a ese sitio en el que me quedo hasta que vienes a por mí.  También las copas de los árboles me parecen tristes aunque tú me dices que en unos meses estarán preciosas.  En unos meses igual ya soy mayor y las veré en otra posición.  Mamá, aunque estén tristes, me gustan mucho las nubes y también las copas de los árboles pero… ¿sabes qué es lo que más me gusta?

Lo que más me gusta eres tú, mamá.  Tu sonrisa cuando me hablas, el brillo de tus ojos cuándo me miran fijamente, tu naricilla roja roja ¿será que hace frío?  Yo voy bien calentito con la mantita que me has puesto tan remetidita, antes de salir de casa.

Tus manos, cómo me gustan tus manos mamá.  Cuando estamos en casa sé que ellas me protegen, cuando tengo sueño me acunan, cuando tengo hambre me ofrecen un espacio confortable en el que mamar, cuando estoy sucio me limpian, cuando tengo miedo me consuelan, cuando me enfado me tranquilizan, cuando quiero algo me lo traen… tus manos son lo que más quiero de ti, entonces ¿qué ocurre con ellas cuando me llevas en el carrito?

Hoy te ha salido en la mano una cosa muy fea, es de un color espantoso y hace un ruidito horrible pero lo que no me gusta nada nada es que aparta tus ojos de mí y dejas de hablarme para hablar con él y creo que a ti tampoco te gusta porque no sonríes aunque sí que te he visto soltar alguna carcajada.  Mamiiiiiiiii, ¿ya no me quieres?  Tus dos manos que hasta ahora eran mías y llevaban nuestro carrito, se han quedado en una que me lleva a trompicones ¿por qué mamá?, ¿es que me he portado mal contigo?

Ya sé que a veces soy un poco aburrido y más por la mañana, cuando me despiertas temprano y en cuanto me pones en el carrito, que me vuelvo a dormir.

 Mamiiiiiiiiiiiiiii, perdóname porfaaaaaaaaaaaaa, voy a estar bien despierto por tí pero deja ya la maldita cosa que te sale en la mano.

Necesito las dos para mí, para que me lleves despacito.  Necesito que tu sonrisa y también tus carcajadas me las dediques a mí.  Necesito volver a verte la nariz, ese chisme siempre te la tapa.  Necesita que tus ojos brillen…

Mamiiiiiiii, ¡te necesito sólo para mí!