Como padres no sólo queremos lo mejor para nuestros hijos, deseamos que sean felices y con recursos para disfrutar de la vida. Para ello, es imprescindible que adquieran una fuerte autoestima ¿cómo podemos ayudarles?

Fomentar la autoestima en los niños es fácil si estamos atentos a sus capacidades y a sus estrategias de aprendizaje. Forma parte del proceso natural del desarrollo infantil. Si además sabemos descifrar las emociones que intervienen en este desarrollo, la tarea es apasionante.

Pongamos un ejemplo.

Álvaro y Lourdes son los padres de Andrés, un peque que ahora tiene 15 meses y empieza a dar sus primeros pasos.  Andrés siempre ha sido un niño tímido y reservado lo que ha influido en que su aproximación hacia los objetos, las personas, los nuevos aprendizajes se haga desde la prudencia.  Andrés necesita tiempo y seguridad para aprender.

La construcción de la autoestima tiene a ver con cómo hacemos del aprendizaje una estructura sólida que permita crecer con garantías.  Sabemos que Andrés es un niño tímido y reservado lo que nos hace pensar que tiene un temperamento tranquilo en el que predomina la observación y la necesidad de obtener seguridad antes de pasar a la acción. En el caso de Andrés habrá que darle tiempo y aportarle la seguridad que necesita.

Álvaro y Lourdes no siempre han sido unos padres pacientes, Andrés es su primer hijo y en él han depositado grandes ilusiones. Ello ha hecho que en ocasiones, quisieran que Andrés fuera más deprisa de lo que su temperamento le permite pero ¿es esa actitud la más adecuada? ¡Veamos!

CONSTRUCCIÓN DE LA AUTOESTIMA

Aportar seguridad a los aprendizajes de los niños es comunicarles el significado que éstos tienen y hacerlo desde la calma, desde la paciencia.  Los primeros juguetes que les damos a los niños, peluches, sonajeros, pelotas de colores… han de ir acompañados de palabras de aliento que despierten su curiosidad.  Un ¡mira que bonito! y dejárselo a una distancia que pueda acceder a él con facilidad puede ser suficiente para despertar su curiosidad.

Poco a poco, los peques además de interesarse por esos objetos, los explorarán y manipularán para conocer sus posibilidades. Si en un primer momento la emoción predominante es el miedo, al tener que enfrentarse a lo desconocido, el comportamiento será de rechazar el objeto o llorar para que lo apartemos de su alcance. Pero una vez superado ese momento y más si hemos ayudado a que lo hagan suyo, será el momento en que se lo lleven a la boca para conocer todas su características. Y también será cuando lo agarren y lo tiren lo más lejos que sus fuerzas le permitan. Nuestro peque habrá aprendido que es capaz de hacer aquello que desea.

No obstante, esa voluntad de hacer lo que desea, no siempre contará con los resultados esperado y entonces aparecerá el enfado. La emoción del enfado no es otra cosa que el sentimiento que nos invade cuando no conseguimos aquello que deseamos. Cuando ponemos nuestras capacidades a prueba y nos sentimos impotentes. Es ahí cuando se inicia el proceso de construcción de la autoestima que nos acompañará durante el resto de la vida.

Como decimos, nos enfadamos cuando ponemos a prueba nuestras capacidades y competencias  y en vez del logro aparece la frustración. Porque en toda construcción de la autoestima, logro y frustración van de la mano. En el caso de Andrés dar sus primeros pasos está siendo toda una aventura.  Cuando mamá abre los brazos para recibir a su hijo, Andrés se emociona queriendo llegar hasta ella aunque no siempre lo consiga.  Una y otra vez caerá hasta que finalmente sus piernecitas aprendan a dar un paso tras otro guardando el equilibrio.  Lourdes sabe que para que su bebé logre su propósito y lo haga desde la seguridad. Debe animarle y sobre todo no asustarse por sus caídas. Pero sobre todo, debe tolerar la frustración de su hijo para mostrarle que frustrarse no es el camino sinó perseverar y volverlo a intentar.

El proceso de construcción de la autoestima tiene lugar en todas y cada una de las capacidades, habilidades y destrezas que ponga en marcha un bebé. Pero, centrémonos en Andrés y en su capacidad de caminar. Como adultos sabemos que aprender a caminar es una cuestión de tiempo y podemos confiar plenamente en las habilidades motoras de nuestros peques para conseguirlo.  Si ante una caída le quitamos importancia, al mismo tiempo que valoramos su esfuerzo, contribuiremos a que nuestro peque confíe en sus propias capacidades y en nuestro apoyo incondicional. Así, acompañaremos su aprendizaje y fomentaremos la perseverancia y el esfuerzo personal que conlleva el más importante de los sentimientos para construir una fuerte autoestima: la satisfacción por lo conseguido. Ese sentimiento de satisfacción que debemos valorar y hacerlo consciente como lo hacemos en numerosas ocasiones celebrándolo con vítores y palmas.

Por ello, es fundamental confiar en las capacidades reales de nuestros hijos para acompañar y animar sus aprendizajes. ¿Qué pasa si nos desanimamos, presionamos por encima de sus posibilidades? o lo peor de todo, nos mantenemos al margen de sus logros bien ignorándolos o bien no animando a que ocurran. Todo aprendizaje para que sea significativo y contribuya a crear una óptima autoestima requiere de la sensación de esfuerzo y satisfacción. Y esa actitud es la que debe darse ante cualquier comportamiento e iniciativa de nuestros hijos.

CLAVES PARA FOMENTAR UNA ÓPTIMA AUTOESTIMA

Valorar el esfuerzo, la perseverancia antes situaciones nuevas o que representen una dificultad.

– Animarles a no decaer, a que lo intenten de nuevo.

Minimizar el fracaso.

– Ayudarles a descubrir estrategias para que sean ellos los protagonistas de su éxito.

– Permitirles que reconozcan los propios límites y acepten la ayuda de los demás.

 

Todas estas acciones fomentan la autoestima y crean las bases para un crecimiento maduro y feliz.

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