Este artículo lo empecé a escribir a finales de junio cuando se iniciaba la desescalada y se empezaba a hablar de la vuelta a las aulas aunque sin que los niños fueran realmente los protagonistas del discurso, parecía claro que los niños eran los grandes olvidados en estos tiempos de la COVID19.

Con la cuenta atrás para llegar a setiembre y el inicio de un nuevo curso escolar, los niños siguen siendo los grandes olvidados ya que aún no hay un debate profundo y riguroso sobre el rol de la infancia en esta pandemia.

El filósofo y profesor de sociología en la UCM, César Rendueles, en una entrevista de El Confidencial hablaba ya en marzo del enfoque adultocéntrico de la crisis y de la falta de atención a las necesidades de la infancia cuando, normalmente es un sector de la población objeto de una especial protección. De ahí que ya en esos primeros meses de declararse la pandemia de la COVID19, lo niño fueran los grandes olvidados. Meses después seguimos igual, sin saber qué hacer con los niños y cómo proteger su derecho a la escolarización y la educación sin poner en riesgo su salud y la de todos.

Leyendo a Eloi Mayordomo, politólogo especialista en servicios sociales e infancia, que  escribía en La infància: del marge al confinament, queda claro que el papel de la infancia en las políticas públicas sí tiene una importancia destacada al dársele un carácter transversal. No obstante, esa misma transversalidad da pie a su invisibilización. Así pues, parece que los niños no sean los grandes olvidados pero sí lo son al no estar en la centralidad de las decisiones y como dice Mayordomo, más allá de una Agencia de Infancia, “hay que enfocar la mirada en la infancia y ponerla en el primer plano”. Se hacía evidente de nuevo que los niños son los grandes olvidados de la COVID19.

Cierto que es urgente un cambio en las políticas y transformar cómo se organizan y administran los servicio públicos, pero quizás no sean suficientes y cuanto menos, tarden en ser efectivos si antes no contamos con una sociedad preparada y receptiva al cambio. Porque si como dice Mayordomo, la gestión de la COVID19 está poniendo de relieve las dificultades en la integración de sistemas (sanidad, educación, economía familiar) además de la brecha social y tecnológica que se está produciendo, la situación emocional que están viviendo muchos niños y niñas en estos momentos, requiere un abordaje comprometido por parte de todos los agentes sociales que tenemos responsabilidades hacia la infancia.

Por todo ello ¿qué hacer para que en esta crisis no sean los grandes olvidados?

Desde hace meses, entre las comunidades de familias y especialmente de madres, Laura Baena fundadora del Club de las Malasmadres encabeza un debate y la petición de una regulación sobre la conciliación en la vuelta al cole. La experiencia de estos meses sobre el teletrabajo y la educación online ha dejado claro su fracaso tal como se ha planteado hasta ahora.

Ciertamente, el contacto con profesores y compañeros vía online para los peques, así como la falta de contacto presencial en el puesto de trabajo para los adultos alargada en el tiempo, conlleva un déficit afectivo. Nunca antes una situación nos ha presionado de un modo tan intenso modificando los hábitos y rutinas pero sobre todo, las relaciones sociales. La gestión de las emociones ha irrumpido de tal manera que más que capacidades adaptativas se han activado mecanismos de defensa que están desencadenando estados depresivos y ansiedad generalizada que se van a ver ampliados en los próximos meses.

Desde un punto de visto funcional, parece que tanto las responsabilidades laborales, especialmente de las mujeres,  como la escolarización, especialmente en infantil y primaria, deben incorporar sistemas semi-presenciales que permitan la asistencia a la escuela y a la empresa además de establecer sistemas viables de desempeño desde casa. Así, ambas son dos oportunidades de abordar un profundo cambio tanto en las organizaciones laborales como en el sistema educativo que permitan una mejora al incorporar la tecnología y facilitar una verdadera conciliación familiar al mismo tiempo que contamos con alternativas para proteger la salud.

A estas alturas del verano parece claro que la vuelta a las escuelas con las medidas propuestas hasta ahora de “normalidad” no augura un buen resultado. Pero toda propuesta de un cambio real y profundo está muy lejos de asumirse como una posibilidad. Aunque esperemos esa vacuna como el bien que nos resolverá todos los problemas, vendrán otras pandemias y volveremos a las andadas. La COVID19 nos da la oportunidad de aprender y mejorar ¡dediquémosle tiempo! ¿no es eso más importante que llenar terrazas de bares, conseguir un puesto en primera línea de playa o dedicarnos a discutir por la viabilidad de las mascarillas?

Permitirnos un cambio significativo también nos dará la oportunidad de desarrollar capacidades de adaptación y sobre todo de maduración emocional encontrando nuevas maneras de relacionarnos sin que por ello debamos prescindir del contacto social.

No dejes que nuestras niñas, nuestros niños sean los grandes olvidados en esta pandemia de la COVID19. Merecen ser el centro de nuestra atención, el futuro es suyo y ello es lo que estamos jugándonos en este presente.