Noa tiene 7 años. Es una buena estudiante pero siempre está descontenta. Insatisfacción infantil dicen que tiene. Sus padres, desde que nació, han intentado que a Noa no le falte de nada. De pequeñita tenía todos los muñecos del mundo. A los 4 meses, lloró sin fin cuando la dejaban en la guardería por lo que mamá dejó el trabajo para estar con ella. Lo hizo hasta los 3 años que empezó, no sin dificultades, el cole. Desde entonces Noa siempre consigue lo que se propone excepto ser feliz.

Felicidad, satisfacción, sentirse contento… son estados subjetivos que tienen a ver con el bienestar. En general, los niños son felices, se sienten satisfechos de su vida y suelen estar contentos. De hecho, mantener la sensación de bienestar es uno de los propósitos que tenemos en la vida y durante la infancia, la mayor prioridad.

¿Por qué entonces Noa siente esa insatisfacción? ¿Qué le ocurre a Noa? ¿Es la insatisfacción infantil normal durante la infancia?

Los niños son seres en evolución.  Los primeros años de la vida, la misión es desarrollar aquellas capacidades que forman parte del bagaje innato y adquirir los aprendizajes básicos. Esos aprendizajes que permiten la adaptación al medio en el que se vive. Si ello ocurre respetando el proceso natural de crecimiento, la garantía de que un niño, una niña se convierta en un adulto contento, satisfecho, feliz, está garantizada.

Pero… ¿de qué hablamos cuando decimos “procesos naturales”? Parece obvio que un proceso natural es el que se da sin ningún tipo de intervención y que responde a la propia naturaleza. Partiendo de ahí, podríamos deducir que en el caso de Noa fue así y que por ello debería ser un niña feliz.  Reflexionemos sobre ello ¿tener todos los muñecos del mundo, es necesario para un desarrollo que respete el proceso natural? ¿Qué pasaría si sólo hubiera tenido uno? ¿Hubiera sido también causa de insatisfacción infantil? ¿Y si hubiera tenido sólo los necesarios para sentirse protegida, estimular su curiosidad, despertar en ella el deseo de tener más?

En ocasiones, en los padres se tiende a sobrevalorar el “proceso natural”. Se entiende que respetar el desarrollo infantil es dar a los niños todo aquello que pidan o a veces incluso sin tan siquiera esperar a que lo pidan. Dar sin prestar atención a cómo esa actitud influye y dificulta el aprendizaje. Un aprendizaje que opera como uno de los mecanismos más importantes para que el desarrollo físico, cognitivo, emocional llegue a su máximo rendimiento: la tolerancia a la frustración.

Los niños necesitan conocer la frustración para aprender a tolerarla. Sin ella, aunque parezca una contradicción,  no es posible un crecimiento feliz.

Las emociones primarias como son el miedo, el enfado, la ira, la tristeza, activan durante la infancia las capacidades básicas y los aprendizajes óptimos para enfrentarse a las dificultades y retos que plantea la vida.  Atender las necesidades de los niños es ofrecerles la oportunidad de que desarrollen esas capacidades y de que adquieran esos aprendizajes.  Si, como a Noa le damos todos los muñecos del mundo, no permitiremos que surja el deseo y con él la posibilidad de acceder al conocimiento, ser perseverante, afianzar la capacidad de superación, reconocer la pérdida y el valor del otro, tolerar la frustración.  Como adultos hemos de acompañar a los peques en su vulnerabilidad para potenciar la autoestima.

Si propiciamos que Noa aprenda que, aunque le demos todos los muñecos del mundo nunca los tendrá todos. Le hacemos entender que si mamá deja de trabajar por estar con ella, mamá estará sacrificando su propios deseos. Ayudaremos a Noa a comprender que una parte de todos nosotros se siente necesitada, incapaz, débil y que ello es lo que permite que nos sintamos fuertes y capaces. Así aprenderá que aquello que necesitamos lo podemos encontrar adaptándonos a lo que nos ofrece la vida, infinitas posibilidades que aumentarán su autoestima. Ese será el camino para que Noa vuelva a sentirse bien, para acabar con esa insatisfacción infantil y se convierta en una niña satisfecha y feliz.